Muy buenas, bienvenidos a un nuevo episodio de "Si quieres no es broma". Soy Miguel Torres, y hoy vamos a meternos de lleno en un tema que la verdad, a todos nos ha tocado de cerca alguna vez: los choques generacionales en la oficina. Y para eso, vamos a seguir la historia de Martín, un joven contador de 24 años que se mete en la boca del lobo: el área contable de una empresa tecnológica donde la media de edad ronda los 40, y su jefe tiene casi 60. Ya os podéis imaginar el ambiente, ¿no?Martín llega con ganas, con esa energía de quien quiere comerse el mundo, pero se topa de frente con un jefe que digamos... no es precisamente fan de la innovación joven. Hay desconfianza, incluso cierto desprecio, porque claro, para el jefe, la experiencia lo es todo y los jóvenes... pues, poco menos que aprendices eternos. Y aquí empiezan los roces: Martín propone, Martín intenta, pero nada cuaja. El jefe lo mira como diciendo: "¿Tú qué vas a saber? No tienes toda la visión". Y, sinceramente, esto me recuerda mucho a lo que hablamos en el episodio anterior sobre los primeros días de becario, pero aquí la cosa se pone más tensa, más personal.Y claro, los compañeros de Martín, que llevan ahí más de 15 años, le sueltan el típico consejo: "Mira, deja de pelearte, haz lo que te dicen y punto". ¿Sabiduría o resignación? Porque, a ver, entiendo que la experiencia enseña, pero también puede acomodar. Es como si la oficina fuera un ecosistema donde el que sobrevive es el que menos ruido hace. Pero, ¿de verdad es así como se innova?Hay un debate interesante aquí: ¿vale más la experiencia o la frescura de ideas? Yo, personalmente, he visto casos donde alguien joven, por no hacer caso a los consejos conservadores, termina revolucionando procesos enteros. Recuerdo una empresa, no voy a decir nombres, donde un chico recién llegado propuso automatizar tareas que todos hacían a mano desde hace años. Al principio, le miraron como a un marciano, pero al final, la empresa ahorró un dineral. Así que a veces hay que arriesgarse a ser el raro.Pero como ya sabemos, no todas las historias tienen un final feliz. En el caso de Martín, la cosa fue de mal en peor. Las diferencias con el jefe se hicieron tan grandes que, al final, lo terminaron despidiendo. Así, sin más. Por no encajar, por no adaptarse, por no dejar de pensar por sí mismo, quizá. Y esto, la verdad, es duro. Porque uno entra con ilusión y acaba preguntándose si el problema es uno o el sistema. No sé vosotros, pero yo he visto esto más veces de las que me gustaría.Y aquí viene la gran pregunta: ¿hasta dónde hay que obedecer en el trabajo y cuándo hay que plantarse? ¿Dónde está el límite entre ser un buen empleado y perder tu autonomía? Porque todos tenemos una pirámide de prioridades, ¿no? A veces toca alinearse con el jefe, aunque no estés de acuerdo, y otras veces, pues hay que defender tus valores o tus ideas.Bueno, hasta aquí el episodio de hoy. Espero que os haya hecho pensar, que al final de eso se trata. Si os habéis sentido identificados con la historia de Martín, o tenéis alguna anécdota parecida, ya sabéis, podéis compartirla. Nos escuchamos en el próximo episodio, que seguro traerá más historias y más dilemas. ¡Un saludo y hasta la próxima!

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Choques Generacionales en la Oficina